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miércoles, 11 de abril de 2018

Cosas que cobran vida ante el bloqueo de la escritora

La ventana del estudio se abre violentamente, dando paso a una oleada de viento que con su soplo, hace pasar de continuo las páginas blancas del cuadernillo, tal como lo haría un experto con un juego de naipes. La brisa que desencadenan balancea, durante unos segundos la lámpara colgante, lo que provoca un momento de tensión en todas las cosas que están bajo ella. 

—Bueno, al menos ha sucedido algo emocionante, hace días que estamos aquí inertes, a la espera de la inspiración de la escritora, y no le llega la musa —comentan las hojas llenas de hastío.

La juguetona corriente de aire también se ha colado hasta el dormitorio, obligando a la manta a plegarse y en su descenso, deja al descubierto un cuerpo femenino ataviado con una fina lencería, que al sentir el frío, se incorpora en la cama para levantar y dirigirse hacia la cocina por algo caliente. Antes de poner los pies descalzos en el gélido suelo unas pantuflas corren a su encuentro. Y como ya es costumbre, el armario, presuroso abre su puerta para dar paso a la bata que va a proteger esa piel. El reloj hace ruido, llamando así la atención a unos ojos fatigados por el insomnio, les muestra que son las 3 de la madrugada.

El microondas está enojado porque siente interrumpido su sueño al ser utilizado a esas horas; con su accionar da cuenta de que alguien anda despierto. Ahora es la alfombra del pasillo, la que avisa de pisadas lentas que van hacia el estudio. 

—Silencio, alguien viene —susurra el lápiz.

La puerta mira que se acerca y se abre dando paso a Chejova, que lleva una humeante bebida de limón en la mano, y con paso cansado, primero cierra la ventana, después va al escritorio. Encima de este se encuentra el portavasos, que se aproxima a tiempo para ser utilizado. Rápida la silla se pone en posición. Los anteojos y el bolígrafo están listos al alcance. 

El cuerpo se deja caer pesadamente en el asiento, las manos se deslizan perezosas en las bolsas de la bata; con tristeza presienten que hoy, tampoco van a escribir, el pensamiento les recuerda la amenaza del editor, debido a que la última novela no tuvo las ventas y la acogida de la anterior que fue un bestseller, le dijo le retiraría el apoyo económico de no hacerlo mejor. Pero de pronto, ¡ha surgido una idea en la cabeza! y como si algo las picara, saltan de su escondite, con entusiasmo una toma el boli y la otra los lentes, las patillas buscan acomodarse sobre las orejas descubiertas y las almohadillas quedar justo a los lados del puente de la nariz.

«A ver si esta vez disfrutamos del comienzo de una historia» —piensan expectantes las cosas en la estancia.

El lapicero está feliz, ha sido tomado por unos dedos, cae a la hoja en blanco que deseosa lo recibe y danzando empieza a garabatear.

***

La bebida se enfrió, el sol ya ha salido e ilumina el horizonte, y en el buró, hay varias páginas engalanadas de tinta negra, sobre ellas duerme Chejova, con una sonrisa de satisfacción.
El texto anterior participa del ejercicio de escritura “Móntame una escena” de literautas.com correspondiente al mes de abril del 2018, que el relato sea protagonizado por un escritor o escritora con miedo al folio en blanco. 

Y opcional que aparezcan en el texto las palabras lencería, lápiz y limón.






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