Literautas nos propone para este mes de septiembre enviar un relato que lleve por título
Los girasoles y como
reto opcional alternativo que el tema de la historia sea la guerra.
El siguiente es mi relato:
Corrían rumores de guerra en Villachica, por tal motivo, los esposos Ivanov querían parir una niña, ya que de ser varón estaría obligado a asistir al servicio militar.
***
Nació Nikolay, fue creciendo hasta convertirse en un bello adolescente de rasgos apolíneos, pelo largo y rubio, muy apetecido por todas las mozas del pueblo, pero no se le veía entusiasmado por ninguna, por lo que el padre pensaba:
«¿Será que ante tanto mimo de la madre se le desvió la hormona?»
***
Estalló la guerra.
—¡Los soldados vendrán a llevarse a los hombres útiles para defender el país!
—anuncia por megáfono el alcalde de esa comuna.
Los padres del muchacho se angustian.
—¡Me lo van matar! Lo más parecido a un arma que ha usado, es el hacha para la leña y ni con eso se le ven trazas —dijo la madre muy agobiada.
Entonces, ella urde un plan para evitar que le arranquen de los brazos a su mimado. Lo habla con su marido y éste sin entender muy bien, acepta que el hijo no acuda a las filas, más por evitar el enojo de la mujer, que por convencimiento.
Días después, llegan los reclutas, aporrean cada puerta para ingresar. En el hogar de los Ivanov, encuentran un hombre tosiendo y a una hermosa muchacha doblando ropa.
—¿Hay más varones aquí además de usted, señor? —pregunta con voz autoritaria el cabo al mando, sin quitar la vista de la belleza de la joven, cuya cabellera rubia la adorna una diadema de girasoles.
Los padres disimulan inquietos, temiendo que aquel miliciano sospeche algo.
—No oficial, solo somos mi esposa Inga, mi hija Nikola y yo —contesta Boris en intervalos por la tos.
El cabo lo mira.
—Se le ven buenos brazos, tendrá que venir con nosotros.
—¡No se lo lleven! —suplica la señora—. Es el único curandero del pueblo, lo vamos a necesitar.
—Dadas las circunstancias, él nos será útil para los heridos.
Ante el argumento del recluta, ella pide despedirse del esposo. Acceden entre pícaras sonrisas. La pareja pasa a otra habitación. Al salir, la mujer muy triste les encomienda que lo cuiden porque está enfermo.
—¿Enfermo? ¿Qué padece? —preguntaron sorprendidos.
—No sabemos, el médico de la capital dice que puede ser tuberculosis.
Al momento Boris tose quedando casi morado y bota mucha sangre, por lo que ellos se alejan alegando que más bien este curandero debería curarse a sí mismo.
Por la noche, la familia celebra la idea del disfraz y la herida a la lengua del marido, así ambos se libraron de ir al frente.
***
La historia habría quedado ahí de no ser que el cabo Mijaíl quedó prendado de la moza de los girasoles y volvió a la semana siguiente. Los Ivanov convencen al hijo de mantenerse disfrazado ante las inminentes visitas.
El oficial está luchando en batalla, pero cada vez que tiene licencia visita a la chica y le lleva regalos. Los progenitores están preocupados por la actitud del retoño, parece que le está gustando el papel y no le es difícil interpretarlo. Entonces, para separarlos, comentan al soldado que Nikola desde niña está prometida al hijo del doctor. Él hace caso omiso y promete volver en dos meses exactos, para pedir la mano.
Por esos días llegó a la villa, Lena, una joven que movida por la fama del curandero, vino a tratarse la depresión por la pérdida del padre en combate. En el consultorio estaba Nikolay, no más verse quedaron flechados. Varias visitas más. Ella enamorada, se siente mejor.
La guerra no concluía y la mentira al militar tenía que seguir, por lo que el chico cuenta a Lena lo que sucede. Ella lo ama y no desea volver a sufrir otra ausencia, así que lo apoya y junto a los pobladores planean una estrategia para librarlo de esa situación.
***
Mijaíl ya nombrado capitán, llega al pueblo para cumplir la promesa. Queda extrañado al ver a todos reunidos en el cementerio, se acerca y ve a un destrozado Boris echando la última palada de tierra sobre una fosa. Un lugareño le dice que están enterrando a Nikola. Desesperado pide verla por última vez, ante la insistencia, Inga le cuenta entre lágrimas lo sucedido a su niña.
—Quemaba sarmientos, de pronto se envolvió en llamas. No pudimos hacer nada. —Solloza desconsolada.
El militar, ciego de aflicción, no se percata del muchacho entre los asistentes, solo coloca la diadema de girasoles sobre la tumba de su amada.
Nunca más volvió.
NOTA: Leer aquí comentarios y mejorables en el taller de Literautas.
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