En un lugar muy apartado de la ciudad, bajo un cielo plomizo, Marshal espera la llegada del cometa Hale junto a los chicos que están listos para partir.
Todos visten pantalones deportivos, zapatillas de marca y un holograma atado a sus cuellos, es un cordón en el que se vislumbra una cabeza alargada, de tez gris, rapada y de ojos verdosos. Están dormidos por la toma de un barbitúrico, disuelto en una bebida de zumo de manzana y vodka.
Le fue fácil convencerlos de lo que tenían que hacer, ya que en sus prédicas constantes les habló de desechar las envolturas (los cuerpos), para con ello lograr dejar la tierra y buscar una forma de vida superior en el espacio.
El día ha llegado y por ello confiados se lo tomaron, con la creencia que al despertar estarán montados en una nave que viene con el cometa y va con destino a esa nueva vida y a la diestra de su creador.
El cometa hace su aparición, el líder grita: "¡Estamos listos!, ya son muchos años de aprendizaje aquí en este planeta Tierra, abandonaremos con alegría este mundo".
Y convencido de haber sido escuchado, el fundador de la secta toma el brebaje y se acomoda a la par de sus discípulos.
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