lunes, 15 de abril de 2019

Dios no puede venir a la tierra

 La propuesta de este mes de abril en el taller de Literautas consiste en escribir un relato que contenga las palabras cocina, tiburón y margarita. Como reto opcional que incluya en el relato a un viajero en el tiempo.


PLAZA DE SAN PEDRO

Mi cuento:

San Pedro no era el mismo, estaba muy triste en el cielo,  hasta la manera de recibir a las almas que llegaban al Reino Celestial, había cambiado. Su actitud demostraba no querer estar en ese lugar. Dios notó ese comportamiento y le preguntó.

—Pedro, ¿qué te sucede?, llevo días observándote y noto tu desánimo.

—Es cierto Señor —responde visiblemente deprimido. Es que quiero volver a la Tierra.

El Omnipotente no se espera esa respuesta y reacciona así:

—Será que no recuerdas lo mal que te trataron, fuiste perseguido, encarcelado por Herodes, años después martirizado por Nerón y crucificado en Roma.

—Si Altísimo, de todo eso me acuerdo, pero ya ha pasado mucho tiempo, puede haber cambiado. Yo quiero ir —dice suplicante.

—Amigo, por favor, no vayas —insiste el Creador. Da media vuelta y se aleja.

A los días Dios vuelve a los dominios de Pedro y lo encuentra acurrucado en una esquina, más afligido que días atrás.

—Pedrito, no me digas que sigues con la idea de ir a la Tierra.

—Así es mi Señor, no puedo quitarme eso de la cabeza —contesta cabizbajo.

—Está bien, no quiero verte más en esa angustia, ve y cuando lo desees, regresa.

Pedro ilusionado busca en el armario su traje así como las sandalias de pescador. Cierra los ojos y cuando los abre se encuentra en un bote en medio del mar, su rostro irradia felicidad, extiende los brazos para bañarse con los rayos del sol y sentirlos penetrar en cada poro de la piel. Infla sus pulmones para inundarlos de ese olor a mar. Su alma vibra a cada sensación.

 Como un jovenzuelo, tira la red para ejecutar lo que mejor sabe hacer, pescar. Al recogerla, muchos pececillos brincan dentro y los deposita en un balde. Se dirige a la cocina a prepararse ese alimento tal cual lo degustaba en tiempos pasados. 

Ya son varios días navegando, las provisiones se le agotan. Debido a la presencia de un tiburón que le ronda y no le permite realizar la pesca, decide ir a tierra firme, así aprovecharía ver cómo está todo allí.

La gente lo mira, como venido de otro tiempo. Piensa si será porque viste diferente a ellos, sabe que no es porque le reconozcan, pues ha pasado mucho tiempo de cuando él predicaba a la par de Jesús por estas tierras. Sigue su camino sin dar más importancia a ese detalle. Sus ojos se abren como platos a tanta construcción extraña, sus oídos a modo de parabólicas captan todo lo que hay en el ambiente. 

La curiosidad de su andar lo lleva hasta la estación del tren, escucha que el próximo se va a dirigir a la plaza de San Pedro. Se emociona y aborda el suburbano que lo lleva a conocer ese lugar.

Llega al sitio, se aproxima a un grupo de personas. En ese momento, escucha a una chica que dice llamarse Margarita, es guía de turismo y los llevará por todo el sector. Recorren cada rincón relatándoles historias, en algunas lo mencionan, dejándoles un mensaje positivo por lo que él sufrió en la época que le tocó vivir. Se emociona hasta el tuétano al darse cuenta que estas y las futuras generaciones lo tendrán presente. 
Al final del recorrido, conversan entre los integrantes para visitar otros destinos, por lo que se entera que en la Tierra hay muchos lugares que llevan su nombre. El sentimiento de ser muy amado lo embarga.


Cuando ya estuvo pleno de su andar por el mundo, regresa al Cielo.

—¡Hola Simón Pedro! —exclama Dios—. Que gusto que hayas vuelto, ¿cómo te fue en el viaje?

—¡Vengo muy contento! La gente me quiere muchísimo, mi nombre está presente en muchos sitios, ¡más agradecido no puedo estar! Y durante horas le relata sus andanzas. 

—¡Ah, entonces si así te han recibido, mucho mejor lo harán conmigo que soy el Creador de todas las cosas! ¡Voy a prepararme para visitarlos!

Pedro lo interrumpe, trata de que cambie de idea, para evitar que baje a la tierra.

—¿Qué sucede amigo, no seré bienvenido? —pregunta Dios interesado.

Simón dándose cuenta que solo diciéndole la verdad podría evitarle un mal rato, suelta lo que le quería ocultar.

—Es que a usted lo podrían capturar por que tiene una gran deuda de dinero —dice muy angustiado.

—¿Cómo así? ¿Por qué? —interroga el Todopoderoso con incredulidad.

—Es que en la Tierra, cuando alguien hace cualquier favor, el otro le contesta: «Qué Dios se lo pague ».

#quediosselopague
#relatosemanasanta


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viernes, 12 de octubre de 2018

Morir a una nueva vida

Literautas nos propone para este mes de octubre enviar un relato que lleve implícita la frase "todo el mundo era feliz hasta que…" como reto opcional terminarlo con la palabra aplausos.

El siguiente es mi relato:

Adriana, una adolescente de Denver, es hija única y por ello sus progenitores le cumplen hasta el último de los caprichos. Su egoísmo y falta de sensibilidad la hacen tener el concepto que así como ella, todo el mundo era feliz hasta que…. 

Se trasladó a estudiar a Londres para volar libre cual mariposa. Comenzó a tener una vida muy agitada, donde la diversión hasta la madrugada le era rutina, por eso no le extrañó cuando empezó a sentirse indispuesta, sin ánimo de salir. Al comunicárselo a su madre, ella le recomendó visitar al médico. Esta alma libre en rebeldía no quería aceptar que estaba enferma, pero al no poder lidiar con los síntomas, tomó el consejo. 

Luego de la primera consulta, el galeno le indicó realizarse varios exámenes antes de emitir un dictamen. Con todo listo vuelve a visitarlo. Al salir del consultorio, se limpia los mocos con la manga del suéter, sus piernas apenas la sostienen por lo que busca donde sentarse. Le pesa el cansancio, le faltan las fuerzas, el frío le cala hasta los huesos y aprieta los labios para aguantar un desconsolado llanto. Hoy es uno de esos días en que las alas no le responden y sus intentos por batirlas son en vano. 

El candado del dolor no solo le detiene el paso sino que también su corazón está de luto, sus padres ya no van a estar, cuando venían de viaje a acompañarla en la cita médica, el avión explotó en el aire. Esta orfandad que siente, más el diagnóstico, le llena cada rincón y los sueños quedan aplazados. Para ella es un día en que el pincel de la vida pasó por la paleta de colores y lo empapó de gris. Se lleva las manos al rostro y cierra los párpados, tan fuerte, para que las imágenes que le mostró el galeno y que están grabadas en la retina, mueran aplastadas para no ver más ese escenario que le espera. Es consciente que partir de ahora la vida se le va como la arena que arrastra el mar en la playa. Saca fuerzas no sabe de dónde y se levanta de la silla. 

La recibe el bullicio de la calle, comienza a caminar sin rumbo, su actitud es ajena a todo a su alrededor, tal parece que no escucha ni el murmullo de la gente, ni los pitidos de los coches. 

Van dos horas de ese andar y cayó el telón de la noche, teme al miedo de estar sola en casa, por eso una idea cobra más fuerza en su cabeza. Aligera el paso en busca de dónde hacer realidad su objetivo. Al llegar al umbral del puente, a modo de obstáculo un joven en silla de ruedas detiene su acelerada marcha. 

Es Kerem, tiene su propia historia médica, para quienes lo conocen brilla por su forma de enfrentar dificultades, las cuales convierte en motores ruidosos para motivar a los demás. Él siempre vuelve a ese lugar, donde hace unos meses al borde del precipicio, iba a tomar una decisión equivocada y una voz abrigó el frío de su cuerpo, forjándole un cambio de vida, desde entonces hace lo mismo con quienes llegan allí y reflejan pensamientos que parecen burbujas que emergen de un cazo de agua hirviendo. 

—Te he estado observando, creo saber lo que te ocurre —dijo el muchacho con tono amigable y directo. 

La chica le esquiva la mirada. 

—Mírame, la vida ha sido dura conmigo, pero soy un roble, sigo luchando. 

Ella al mirar lo profundo de sus ojos celestes, se deja ir en ese mar y suelta su dolor. 

—Tengo leucemia. —Llora desconsoladamente en el regazo del extraño. Pide aliento a la luna y deja fluir una cascada de palabras al contarle su historia. 

—Pon tu mejor sonrisa, deja de acurrucar la tristeza y acunar el sufrimiento que no te ayudan a afrontar la situación y convierte ese enojo en una energía positiva. Nadie puede hacer por ti, lo que tu misma debes hacer, la existencia no admite representantes. Si deseas mi compañía, estaré contigo —anima el joven. 

Han pasado algunos años, Adriana tuvo que sufrir un cambio brusco y doloroso para entender que la felicidad no la da lo material sino que es un manantial que nace dentro y se desborda al solidarizarse con los demás. 

Hoy junto a Kerem dirigen un grupo de apoyo para enfermos oncológicos. Y al contar sus testimonios de sobrevivencia, son abrazados con un cúmulo de aplausos




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viernes, 14 de septiembre de 2018

Los girasoles

Literautas nos propone para este mes de septiembre enviar un relato que lleve por título Los girasoles y como reto opcional alternativo que el tema de la historia sea la guerra.

El siguiente es mi relato:


Corrían rumores de guerra en Villachica, por tal motivo, los esposos Ivanov querían parir una niña, ya que de ser varón estaría obligado a asistir al servicio militar. 

*** 

Nació Nikolay, fue creciendo hasta convertirse en un bello adolescente de rasgos apolíneos, pelo largo y rubio, muy apetecido por todas las mozas del pueblo, pero no se le veía entusiasmado por ninguna, por lo que el padre pensaba: 

«¿Será que ante tanto mimo de la madre se le desvió la hormona?» 

*** 

Estalló la guerra. 

—¡Los soldados vendrán a llevarse a los hombres útiles para defender el país!
—anuncia por megáfono el alcalde de esa comuna. 

Los padres del muchacho se angustian. 

—¡Me lo van matar! Lo más parecido a un arma que ha usado, es el hacha para la leña y ni con eso se le ven trazas —dijo la madre muy agobiada. 

Entonces, ella urde un plan para evitar que le arranquen de los brazos a su mimado. Lo habla con su marido y éste sin entender muy bien, acepta que el hijo no acuda a las filas, más por evitar el enojo de la mujer, que por convencimiento. 

Días después, llegan los reclutas, aporrean cada puerta para ingresar. En el hogar de los Ivanov, encuentran un hombre tosiendo y a una hermosa muchacha doblando ropa. 

—¿Hay más varones aquí además de usted, señor? —pregunta con voz autoritaria el cabo al mando, sin quitar la vista de la belleza de la joven, cuya cabellera rubia la adorna una diadema de girasoles. 

Los padres disimulan inquietos, temiendo que aquel miliciano sospeche algo. 

—No oficial, solo somos mi esposa Inga, mi hija Nikola y yo —contesta Boris en intervalos por la tos. 

El cabo lo mira. 

—Se le ven buenos brazos, tendrá que venir con nosotros. 

—¡No se lo lleven! —suplica la señora—. Es el único curandero del pueblo, lo vamos a necesitar. 

—Dadas las circunstancias, él nos será útil para los heridos. 

Ante el argumento del recluta, ella pide despedirse del esposo. Acceden entre pícaras sonrisas. La pareja pasa a otra habitación. Al salir, la mujer muy triste les encomienda que lo cuiden porque está enfermo. 

—¿Enfermo? ¿Qué padece? —preguntaron sorprendidos. 

—No sabemos, el médico de la capital dice que puede ser tuberculosis. 

Al momento Boris tose quedando casi morado y bota mucha sangre, por lo que ellos se alejan alegando que más bien este curandero debería curarse a sí mismo. 

Por la noche, la familia celebra la idea del disfraz y la herida a la lengua del marido, así ambos se libraron de ir al frente. 

*** 

La historia habría quedado ahí de no ser que el cabo Mijaíl quedó prendado de la moza de los girasoles y volvió a la semana siguiente. Los Ivanov convencen al hijo de mantenerse disfrazado ante las inminentes visitas. 

El oficial está luchando en batalla, pero cada vez que tiene licencia visita a la chica y le lleva regalos. Los progenitores están preocupados por la actitud del retoño, parece que le está gustando el papel y no le es difícil interpretarlo. Entonces, para separarlos, comentan al soldado que Nikola desde niña está prometida al hijo del doctor. Él hace caso omiso y promete volver en dos meses exactos, para pedir la mano. 

Por esos días llegó a la villa, Lena, una joven que movida por la fama del curandero, vino a tratarse la depresión por la pérdida del padre en combate. En el consultorio estaba Nikolay, no más verse quedaron flechados. Varias visitas más. Ella enamorada, se siente mejor. 

La guerra no concluía y la mentira al militar tenía que seguir, por lo que el chico cuenta a Lena lo que sucede. Ella lo ama y no desea volver a sufrir otra ausencia, así que lo apoya y junto a los pobladores planean una estrategia para librarlo de esa situación. 

*** 

Mijaíl ya nombrado capitán, llega al pueblo para cumplir la promesa. Queda extrañado al ver a todos reunidos en el cementerio, se acerca y ve a un destrozado Boris echando la última palada de tierra sobre una fosa. Un lugareño le dice que están enterrando a Nikola. Desesperado pide verla por última vez, ante la insistencia, Inga le cuenta entre lágrimas lo sucedido a su niña. 

—Quemaba sarmientos, de pronto se envolvió en llamas. No pudimos hacer nada. —Solloza desconsolada. 

El militar, ciego de aflicción, no se percata del muchacho entre los asistentes, solo coloca la diadema de girasoles sobre la tumba de su amada. 

Nunca más volvió.


NOTA: Leer aquí comentarios y mejorables en el taller de Literautas.




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