Imagen tomada de la Web Tío Polonio |
En una reunión de amigos se contaban historias de mentirosos.
—Les voy a contar la mía —dice Alexis sacando pecho— a mi tío Polonio nadie le gana.
—¡Con decirles que en el pueblo le dicen Polocho! Luego les digo lo que a él le crece —añade riéndose.
***
—Al
llegar, lo busco para escuchar sus anécdotas. Nos agrada sentarnos en la
carreta que está en el patio de la casa. —Durante
todo el cuento imita la voz y gestos de su tío.
—Toca mi hombro y dice:
«¿Cómo están sus papás?, ¿su «mama» siempre
linda?, no sé porque se casó con mi
hermanillo, si yo soy el más guapo» y pone su pose de galán.
—«¡Mirá "Cagao"!» —el chico se interrumpe para contar porque le llama así— cuando yo era pequeño pasaba en una pura diarrea, al preguntar a mi madre por mí, era su forma de hacerlo, pero creo era más porque nunca se aprendió mi nombre —y ríe mientras se acomoda en su asiento.
—A los santos hay que respetarlos —me dijo muy serio— ¿Usted sabe que entre
ellos hay unos que son más milagrosos? —Dije no con movimiento de cabeza y él
continúa.
—Yo siempre he dicho a todo el mundo: la fe es la fe y es la
base de todo, ni en los peores momentos se puede perder. Hay quienes
le tienen fe a "San Rafel", que cura los enfermos. Las chiquillas
ponen de cabeza al San Antonio para que les encuentre novio.
San Pascual Baylón, encuentra cosas
perdidas y repara alimentos, se le pide con una canción; antes le
pagábamos con bailarle, pero luego como que se hizo interesado, porque el padre
Eufemio nos dijo: «Hay que llevarle limosna a la iglesia, sino no les cumple».
El año pasado, para esta época, gracias a
la ayuda de uno de ellos, con un solo tiro maté varios animales y tuvimos que
comer.
Sucedió que me había ido mal con la
cosecha, no tenía plata ni para comprar una sardinilla para su Tía Eufrasia y
los chiquillos, entonces recordé el fusil que me heredó, hace más de 10 años,
el difunto Tío Besalio con esta sentencia: —vea "m’ijito", úselo en
caso de extrema necesidad, porque solo le queda un cartucho.
¡Ese era el día! Lo fui a sacar a la
bodega, estaba muy herrumbrado, pero no
me preocupé, porque con mi buen pulso, de seguro no fallaría el tiro. Lo eché
al hombro y junto al guaro «e’caña» me fui para el monte.
Sentado a la orilla del río, primero le recé a San Pascual: “Hazme el milagro de que aparezca algo para dar de comer a mi familia. Le canté la canción que ya sabía: “San Pascualillo, te encargás del caldillo, mientras yo me tomo un vinillo”. La dije varias veces, se terminó el guaro y no aparecía nada. «¿Será que no vale cambiar el vinillo?», pensé.
Me pongo de pie y es cuando veo una burbuja en el agua. ¿Y eso?, fijo la mirada y sin hacer bulla, cuadro el rifle, le vuelvo a pedir a San Pascual, y disparo. Con la fuerza que salió el tiro, me empujó para atrás, caí sentado, y la boca del fusil quedó como una flor.
Para no cansarlo con el cuento, resulta que la bala, no solo mató a muchas truchas que me saltaron encima, sino que rebotó en una piedra del río, alcanzó un ramal que al caer, desnucó unas gallinas y a un zorro que las perseguía.
Al acercarme a recogerlos,
quedé sorprendido al ver que esa rama
tenía frutas exóticas, más un enorme panal, que del susto lo abandonaban las
abejas. ¡Estaba cargado de miel!
Como no me alcanzaban las manos para traerme
todo aquello, del leño caído hice esta carreta —toca donde están sentados— para
trasladarlo hasta aquí.
Como ves "Cagao", aún hoy estamos
comiendo de lo que el santo reparó, por eso no hay que perder la Fe.
¡Dios guardísimo!».
***
—¡Fin!
—concluye Alexis tocando su nariz y sintiéndose satisfecho al ver a sus amigos
con la boca abierta.
Javier rompe el silencio para preguntarle.
—¿Y
qué era lo que le crecía al Tío Polocho?
¡Ah! —dice Alexis jocosamente— lo jetón amigo, lo jetón, entre más miente, más
le crece.
***